<<< Plot, un naturalista inquieto y con las mejores intenciones de hacer avanzar la ciencia de la época, no tuvo demasiado acierto.
En 1677, el reverendo inglés Robert Plot describió en su libro Historia Natural de Oxfordshire el hallazgo de un enorme trozo de hueso fosilizado. Según el inglés, se trataba de “un hueso auténtico, ahora petrificado” que recordaba “exactamente la figura de la parte de debajo del fémur de un hombre, o al menos de algún otro animal”. Este fósil correspondía en realidad a un dinosaurio, aunque este crucial dato no se conocería hasta un siglo más tarde
Basándose en los datos disponibles en aquella época y en partes de la Biblia, el reverendo creyó que el hueso pertenecía a un gigante. Y en una desafortunada serie de hipótesis posteriores, este mismo fósil fue tomado por los testículos petrificados de un coloso. Así, durante años, el primer dinosaurio identificado recibió el nombre de Scrotum humanum.
A simple vista, Jose Luis Sanz, Catedrático de Paleontología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), identifica el fósil de Plot como “el fragmento distal del fémur de un gran dinosaurio terópodo, probablemente Megalosaurus”.
Sanz formó parte del equipo que halló en Cuenca el esqueleto del dinosaurio más completo hallado en España hasta la fecha, correspondiente a un nuevo dinosaurio carnívoro, el Concavenator concorvatus. El descubrimiento de Pepito, como se le llamó coloquialmente, fue publicado en la revista Nature en septiembre de 2010.
“La formación de los fósiles ha sido explicada en términos muy diferentes a lo largo de la historia”, cuenta este paleontólogo a SINC. “Una de las hipótesis más en boga en el siglo XVII era la virtus formativa, una capacidad de la Tierra para generar formas caprichosas, que no eran tanto anomalías sino dones que Dios había puesto, igual que había puesto las flores en los campos para alegrar la vista de los seres humanos. Esta aproximación es la que Plot había utilizado para explicar muchos de los fósiles que encontró”.
Fuente: Ecotícias.Com
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